Suelen decir que el tiempo todo lo cura pero sé que eso no es cierto. El dolor no desaparece con el tiempo, hay que aceptarlo, hay que integrarlo y trabajar para sanarlo, solo el tiempo no es capaz de curar nada al igual que el tiempo no es capaz de curar una herida abierta, si no tratamos la herida nunca sanará. El tiempo es esencial en la recuperación, pero si no hacemos nada para tratar el problema al igual que con una dolencia física las dolencias emocionales solo empeorarán.
Hace unos días regresó alguien que creía desaparecido de mi vida. Me envió una solicitud de amistad en Facebook con otro nombre y un símbolo como imagen de perfil, quizá fruto de algún tipo de cambio que él haya experimentado en su propia vida. Como no sabía quién era le escribí un mensaje para preguntarle sobre si le conocía de algo y cuando me reveló su identidad me quedé helado, no supe que hacer, por lo que no le contesté ni acepté su solicitud de amistad. Al día siguiente, ya algo recompuesto y tras hablar con varias personas, le pregunté que qué esperaba de mi después de todo este tiempo. No contestó y mágicamente la solicitud de amistad desapareció.
Todo esta situación volvió a resucitar emociones y pensamientos que yo pensaba que tenía superados, pero no, el tiempo no logró curarlo. Esa herida no surgió cuando él desapareció, sino que venía de más atrás. Sé que se fue haciendo más grande porque yo me aferré a una situación cuando debí soltarme pero también sé que no fue solo mi culpa. En más de una ocasión expresé como me sentía y por su parte nadie cambio, de hecho la respuesta que solía recibir es que era yo el que necesitaba cambiar. Es decir, me decía indirectamente que estaba haciendo algo mal, que había algo mal en mi o que todavía no era suficiente.
El tiempo no cura pero es un buen maestro
Con el paso de las semanas tras su desaparición llegué a darme cuenta que lo único que necesitaba cambiar era esa relación. Con él fuera de mi vida deje de sentir ciertas cosas sobre mi y recuperar parte de mi poder. Cedí parte de mi poder para intentar conservar algo, para intentar conseguir algo por lo que llevaba trabajando mucho tiempo y que al final ni siquiera conseguí de él.
Con esa persona fuera de mi vida pensaba que las cosas habían mejorado pero al volver reaparecieron viejos sentimientos y pensamientos que no eran nada agradables o constructivos. Intenté establecer una vía para explicarme, para dejar claro que las cosas no podían ni debían ser ni una mínima parte de cómo lo eran antes pero él simplemente huyó. Se me negó una vía civilizada de curación, de sacar el dolor que llevaba dentro y que de pronto volvía a sentir y a oprimirme.
Con el tiempo vamos aprendiendo a dejar de hacer cosas que nos hacen daño. Cuando somos niños metemos la mano en el fuego una vez, cuando nos hemos quemado aprendemos que no debemos volver a meter la mano. El problema es que a veces, cuando somos mayores, no tenemos tan claro que cosas son las que nos hacen daño o nos es más complicado apartarlas de nuestra vida por muy diversas razones. Dejamos que determinadas cosas y situaciones tomen el control y nos arrebaten parte de nuestro poder para vivir nuestra vida tal y como queremos.
Cortar lazos a veces puede ser el único medio para recobrar la libertad
Algo que he aprendido devocionando a Eros y guiando a otros hasta Él durante los últimos años es que cualquier relación que te doblegue no es sana. Debemos aprender dónde y cuándo establecer límites para ser dueños de nosotros mismos y de nuestras emociones. Yo necesitaba sanar todo aquello, pero esa persona huyó, no quiso enfrentar nada de lo que yo pudiera decirle, incluso sin saber lo que le podía haber dicho. Si hablar y enfrentar el pasado era la cirugía no invasiva que había fracasado ahora necesitaba amputar antes de que el dolor se siguiera extendiendo.
Eso mismo es lo que hice: cortar de raíz todo vínculo y lazo que aún me quedaba con él. El mayor vínculo energético que tenía con esa persona involucraba a Hécate por lo que necesitaba a Hécate para cortar ese vínculo pero para el resto necesitaba algo diferente. Al igual que recurres a diferentes cirujanos especialistas necesitas de energías diferentes para diferentes cosas. Para el resto de vínculos emocionales y energéticos necesitaba de una fuerza liberadora pues cada conexión se sentía como una cadena que me atrapaba, necesitaba a Eros Eleuterio.
El epíteto Eleuterio se aplicaba a Eros, a Dioniso y a Zeus. A estos dos últimos los griegos les otorgaban este título por el efecto inhibidor del vino y por la libertad que conllevaba la ciudadanía respectivamente. Sin embargo con Eros se hablaba de la libertad que suponía el amor, de dejar fluir la pasión y los sentimientos. Pero dejar fluir las emociones a veces también implica abandonar, dejar marchar, soltar y eso era lo que necesitaba en ese momento.
Escribí el ritual, me dí un baño purificador y dejé preparado otro baño para purificar y sanar. Invoqué a Hécate y a Eros Eleuterio y corte todos y cada uno de los lazos energéticos y emocionales que tenía con esa persona. Tras dejar las ofrendas bajo mi árbol favorito me tome el segundo baño y mientras me relajaba empecé a sentirme más grande y más ligero. Los vínculos habían desaparecido y podía sentir como si me hubiera desecho de unas pesadas cadenas de hierro forjado que hasta ahora me habían estado reteniendo.
Cuando llamamos Eleuterio a Eros le llamamos literalmente Libertador. Su influencia bajo este epíteto nos ayuda a recuperar nuestra libertad, a deshacernos de las cadenas y ataduras que nos cohíben, que nos empequeñecen, que nos retienen y no nos dejan avanzar. La fuerza de su poder es abrumadora y la libertad que recuperas te devuelve todo aquello que drenaban y retenían de ti. Te hace más libre para ser quien realmente eres, ahora es cuando necesito el tiempo porque ahora debo volverme a acostumbrar esta libertad que me robaron.