Nietzsche tiene una famosa frase que dice: «Dios ha muerto», como paganos sabemos que los Dioses están mucho más que vivos. Pero algo me dice que en esa frase tengo que sustituir «Dios» por «empatía», quizá la empatía no este muerta del todo aún, pero si está agonizando, y la estamos matando un poco entre todos.
Hace unos días me hicieron una entrevista en Yasss que derivo en este artículo. En el me defino como brujo y cuál fue mi sorpresa cuando al compartir un artículo que para mi era positivo, porque creo que trataba la espiritualidad y la brujería de una forma normal y cotidiana, me empiezan a comentar por Facebook que no puedo decir que soy brujo porque no estoy iniciado. Al margen del uso que aquellas personas hacían de las etimologías y del uso que para ellos era el correcto de Wicca, brujería y espiritualidad me ofendieron directamente.
En ese momento lo primero que se activo en mi fue el orgullo, el cual me habían herido, no tanto por su discurso y su visión, que puede ser respetable aunque no la comparta, si no por lo que se podía leer entre líneas en sus palabras. Me pedían que me retractara de usar la palabra brujo porque yo no tenía derecho a utilizarla ¿acaso soy menos valido?, entre esas cosas que decían sin decir expusieron ideas como que era un intolerante, que tergiversaba los hechos, que era un ignorante y que prefería seguir siéndolo y que estaba engañando a los demás. Todo esto únicamente porque no asumía su versión ni su visión como propia.
Llevo desde los 11 años investigando, aprendiendo, experimentando y viviendo dentro de la brujería y el paganismo. Más de la mitad de mi vida equivocándome y aprehendiendo de mis errores. Han sido muchos años y muchas horas de dedicación para que ahora alguien, en unos minutos me digan que no valen para nada o que no valen lo suficiente para acceder a una «categoría» que ellos creen superior. Que esté formándome para iniciarme en la Wicca Correlliana y que todavía no esté iniciado no significa que no haya podido vivir la maravilla del espíritu desde la brujería y que no pueda reconocerme como tal. La brujería ahora mismo es para mí, entre otras cosas, una forma de empoderamiento personal y espiritual.
Al final, viendo que esa discusión no llevaba a ninguna parte más que a sentirme ofendido, cerré los comentarios. Poco después alguien que no tuvo nada que ver en la discusión me pidió disculpas en nombre de los que si eran responsables, aunque ellos en realidad no lo hicieran. El caso es que tras eso empecé a cuestionarme como había actuado en todo este asunto y me asaltaron sentimientos de culpa y racionalmente no entendía el porqué de esos sentimientos.
Pocos días después tuve otra discusión con una mujer sobre el aborto. Ella había compartido una imagen con la que personalmente no estaba de acuerdo, sobre todo por el tono de querer culpabilizar y criminalizar a las mujeres. Su primera respuesta a mi comentario fue «no me esperaba este tipo de comentarios viniendo de alguien espiritual como tu». A lo largo de toda la conversación ese tipo de comentarios se repitió más de una vez. Era tarde y necesitaba desahogarme y puse en mi propio estado de Facebook: «Ahora resulta que por ser espiritual debo de estar a favor de que se prohíba y penalice el aborto…»
El problema aquí nuevamente no era una opinión diferente a la mía, si no que intentasen imponer su opinión sobre la de los demás. El sentido de esa publicación no era que me molestase en sí una opinión distinta a la mía sobre el aborto y su situación legal. Es un tema importante y delicado y creo que no hay una única visión y/o solución a esto, aunque me parecen muy repochables ciertos tonos a la hora de tratar el tema. Lo que me ha molestado de todo esto es el subtexto de varios comentarios que daban a entender que era menos espiritual o que mi tipo de espiritualidad era peor por mi posición en este tema.
Frases como: «¡Espiritual va más allá de lo que tu crees!», «Lo que es peor es que no sigas con el diálogo y el debate en mi publicación pero sigas con este tema y haciéndote el sabelotodo y no demostrarlo cuando debe se ser», «Me angustia a mi aún más ver esos comportamientos de quien se dice ser espiritual.» acabaron formando parte de un comentario más extenso en la publicación que yo mismo hice en mi muro con el propósito de desahogarme. Quizá el haber publicado aquella frase directamente en mi muro sin decir en la otra publicación que ya daba por zanjada la conversación o cualquier otra cosa diera pie a un malentendido pero el nuevo comentario me afecto nuevamente. (Por si tenéis curiosidad esa persona me eliminó justo después de comentar en mi muro.)
El problema aquí volvía a radicar en una única visión cerrada y tomada como la única posibilidad. Y aunque en ningún momento lo dijera abiertamente en muchos de sus comentarios como daba a entender que era menos espiritual o que mi tipo de espiritualidad era menor o estaba equivocada. Nuevamente me sentí culpable, no por mis opiniones, en realidad no tenía muy claro el porqué. Precisamente todas esas cosas que no se dijeron abiertamente pero que están inherentes en las palabras fueron calando en mí.
Afortunadamente ya tengo una dinámica en la que cuando no entiendo exactamente que me pasa emocionalmente hago un trabajo de introspección y meditación con Eros, cosas de ser un devoto de un dios relacionado con las emociones. Realmente todo ese sentimiento de culpa se originó por los subtextos, por las cosas que se decían sin decir directamente. Aquello va calando sin que te des cuenta y aunque de una forma racional no lo veas se va filtrando en las capas de tu corazón hasta crear una sensación de angustia y culpabilidad.
En mi caso esto se da así porque tengo que trabajar más mi autoestima, reforzar mis mecanismos internos de aceptación y no depender tanto de factores externos porque luego pueden pasar cosas como esta. Es un proceso largo y que requiere de mucho tiempo y dedicación y aunque ya esté en ello mientras consigo llegar a donde quiero se presentan baches como estos. Realmente estoy orgulloso de muchas cosas que soy ahora mismo, de lo que he conseguido a pesar de las dificultades, pero ese orgullo se puede desmoronar en un abrir y cerrar de ojos por una serie de comentarios poco afortunados. De hecho me llegué a preguntar en cierto momento si no habría actuado con soberbia. Ahora se que no.
No, no me gustan las disputas ni ando buscando problemas o conflictos. Me gusta debatir, intercambiar opiniones, estudié filosofía y pensar en común es una de las cosas más fructíferas que sé que puedo hacer. El problema está cuando en una discusión importa más ganar que como se pueda sentir la otra persona, que se ataque a quien opina y no a la opinión. Hoy tengo más claro que simplemente tengo unos ideales sobre algunas cosas y me niego a que determinados comportamientos intenten censurarme o tacharme de algo que no soy y por experiencia se que puedo cambiar de opinión con más información o con una visión diferente, pero lo que nunca haré será que me intenten convencer culpabilizándome por pensar de otra manera.
A estas alturas de mi vida y de mi camino dentro del paganismo y la brujería tengo claro quien soy y de donde vengo. En el pasado cometí errores sobre exagerar o contar las cosas de una forma que no eran. Pero tenía 12 o 13 años y simplemente era un adolescente intentando encajar. Con el paso del tiempo he aprendido que la validez que buscaba fuera en muchos sentidos solo la puedo encontrar en mi interior. No hablo de iniciaciones, que eso tiene otro significado, si no de experiencia y de saber dónde y de que manera puedo encajar con los demás.
Hay una frase de Simone de Beauvoir en El segundo sexo que me gusta mucho y que encaja perfectamente en esto: «Toda opresión crea un estado de guerra. Y esto no tiene excepción.» Estamos tan inmersos en que nuestras opiniones ganen y que sean validadas que nos olvidamos de que hay otros detrás de la pantalla, seres con sentimientos y emociones. Entiendo que muchas veces las opiniones o creencias sobre algo son muy importantes para muchas personas pero si las vamos a defender de cualquier persona y de cualquier argumento a cualquier precio puede que esa creencia no sea tan fuerte como pensábamos.
Creo que es hora de volver a ejercitar la empatía, de intentar ponernos en el lugar del otro, ya no solo para no herir a otros y no hacerles sentir mal de una forma innecesaria (lo que ya de por sí me parece una razón más que suficiente); si no porque nos ayudaría a evitar conflictos innecesarios. Como Tejedor de Paz y miembro de la Orden de Tejedores de Paz de la Tradición Correlliana se lo importante que es trabajar la paz desde uno mismo para que el mundo sea un lugar más pacífico y creo que una de los primeros pasos que debemos dar es trabajar la empatía.